A MI PADRE EN SU PARTIDA A UN NUEVO MUNDO
Hace algunas semanas estuve en la casa materna de Gabriela Mistral en Monte Grande. Recorrí en detalle todo el paisaje que la rodeaba, su casa sencilla y humilde como la más pero al mismo tiempo nítida, pura y próspera, donde Mistral creció en compañía de su madre y hermana, rodeada de niños a los cuales su hermana formaba y educaba. Fue la primera escuela de Monte Grande, que luego se trasladó a Vicuña.
Particularmente me llamó la atención el único dormitorio que compartían las tres, de una dignidad y austeridad que brindaba con nitidez y desnudez el escenario propicio para escuchar el silencio, el espíritu y la poesía del lugar que con seguridad construyó el alma de Mistral.
Pasé allí mucho tiempo, casi inmensurable, pero mi reloj me indicaba que no fueron más de treinta minutos... pero no lo creo, fue mucho más.
En ese lugar pude ver lo esencial de forma clara, sin adornos, sin egos, sin posesión de nada, tan sólo contemplando la verdad de ser como soy.
Esto que viví en Monte Grande es lo que he vivido con mi padre desde que nací, sencillez, humildad, nitidez, pureza, prosperidad, dignidad, austeridad, desnudez, silencio, espíritu y poesía, tiempo detenido, lo esencial, lo claro, sin adornos, sin egos, sin posesión de nada, verdad, ser.
Todo ello ha sido y es mi padre para mí y si algo de él heredé no es mérito propio ya que vivir rodeado durante cuarenta y dos años por este tremendo Señor de un hermoso paisaje humano, ha calado hondo en mí y me ha marcado para siempre.
Los grandes son sencillos
Los grandes son humildes
Los grandes son nítidos
Los grandes son puros
Los grandes son prósperos
Los grandes son dignos
Los grandes son austeros
Grandes en la desnudez
Grandes en el silencio
Grandes de espíritu y llenos de poesía
En ellos se detiene el tiempo
En ellos esta lo esencial
A su lado esta claro
A su lado no hay adornos
Viven sin ego
Sin posesión de nada
Viven en la verdad
Viven desde el ser
Te recuerdo y extraño padre. Es un honor ser tu hijo y será todo un privilegio honrar tu memoria y tu nombre.
Particularmente me llamó la atención el único dormitorio que compartían las tres, de una dignidad y austeridad que brindaba con nitidez y desnudez el escenario propicio para escuchar el silencio, el espíritu y la poesía del lugar que con seguridad construyó el alma de Mistral.
Pasé allí mucho tiempo, casi inmensurable, pero mi reloj me indicaba que no fueron más de treinta minutos... pero no lo creo, fue mucho más.
En ese lugar pude ver lo esencial de forma clara, sin adornos, sin egos, sin posesión de nada, tan sólo contemplando la verdad de ser como soy.
Esto que viví en Monte Grande es lo que he vivido con mi padre desde que nací, sencillez, humildad, nitidez, pureza, prosperidad, dignidad, austeridad, desnudez, silencio, espíritu y poesía, tiempo detenido, lo esencial, lo claro, sin adornos, sin egos, sin posesión de nada, verdad, ser.
Todo ello ha sido y es mi padre para mí y si algo de él heredé no es mérito propio ya que vivir rodeado durante cuarenta y dos años por este tremendo Señor de un hermoso paisaje humano, ha calado hondo en mí y me ha marcado para siempre.
Los grandes son sencillos
Los grandes son humildes
Los grandes son nítidos
Los grandes son puros
Los grandes son prósperos
Los grandes son dignos
Los grandes son austeros
Grandes en la desnudez
Grandes en el silencio
Grandes de espíritu y llenos de poesía
En ellos se detiene el tiempo
En ellos esta lo esencial
A su lado esta claro
A su lado no hay adornos
Viven sin ego
Sin posesión de nada
Viven en la verdad
Viven desde el ser
Te recuerdo y extraño padre. Es un honor ser tu hijo y será todo un privilegio honrar tu memoria y tu nombre.
Te saludo y recuerdo.
(En memoria a Juan Carlos Thomas Apablaza de su hijo Janio Thomas Ávila).